jueves, 22 de agosto de 2013

Diálogos: acerca de mente y totalidad, Eugenio Carutti y Alejandro Lodi




Alejandro Lodi: Me gustaría que comenzáramos profundizando en el tema del vínculo de la conciencia con los acontecimientos y hechos de destino. Podríamos comenzar diferenciando cómo son percibidos desde la identidad fragmentaria (o yo separativo) y desde una conciencia que comienza a incluir niveles transpersonales, o -en los términos de Alice Bailey- desde una conciencia centrada en “la personalidad” y una conciencia centrada en “el alma”.

Eugenio Carutti: En el mundo de “la personalidad” los acontecimientos son percibidos como el resultado de una acción voluntaria y consciente. En cambio, desde la perspectiva del “alma” son el resultado de la síntesis que se produce a partir de la elaboración de los significados.

Mientras predomina la conciencia ligada a la supervivencia y al yo, la personalidad está preocupada sólo por los acontecimientos. Pero, a medida que se va haciendo más compleja, a partir de los dobles vínculos que nos plantea el destino, empieza a florecer otra conciencia, una conciencia que comienza a darle importancia al significado. Por supuesto, primero lo hará con la intención de actuar mejor y obtener mejores resultados, pero luego comenzará a darse cuenta que hay una acción diferente que surge de la percepción de que todo es una sola cosa. Es una percepción unificada. A eso podríamos llamarlo el nivel religador de la conciencia, en el que todos los opuestos se sintetizan.
Para nosotros, para una conciencia que mira “de abajo hacia arriba”, ese “mundo del alma” todavía es significado. Necesitamos comprender el significado de la estructura. Pero, desde otro punto de vista, es claro que una carta natal es una experiencia unitiva que va manifestándose creativamente todo el tiempo.

Alejandro Lodi: En algunas notas te has referido, no sólo al “mundo de la personalidad” y al “mundo del alma”, sino a dos tipos de mente. Por un lado, la mente concreta, asociada a “la personalidad”, que intenta construir en el mundo objetivo su propio deseo. Por otro lado, cuando esa mente concreta cede a su anhelo de logro y construcción -quizás por frustración, porque el mundo parece no coincidir ni responder a las expectativas- recién puede florecer una mente más compleja, una mente que refleja, ya no el proceso de “la personalidad”, sino del “alma”.

Lo que más me atrajo de esta descripción es que aparece una percepción de la mente que es afín con “el alma”. Estamos acostumbrados a que “mente” y “alma” aparezcan siempre como dos dimensiones distintas, pero aquí sugerís que “el alma es mente”.

Eugenio Carutti: Es que el “alma” es mente. El “alma” es mente abstracta.

Alejandro Lodi: Pero esa forma de describirlo quiebra un supuesto muy habitual. Esta percepción rompe con la idea de que “la mente es aire y el alma es agua”, que “la mente es racionalidad y el alma es sensibilidad”. Aquí aparece una dimensión que es razón-sensibilidad.

Eugenio Carutti: El “alma” es mente en el sentido más profundamente capricorniano: abstrae experiencias y las despoja de su vivacidad particularizante, dotándolas de vivacidad resonante; esto implica un nivel de sensibilidad a lo universal.
La mente artística es un puente entre la mente concreta y el “alma”, en el sentido que es una mente que logra contener vivencias particulares en algo universal. En ese sentido, el arte implica un entrenamiento muy bueno en la disolución de los opuestos entre sensibilidad y racionalidad, entre particularidad y universalidad.

Alejandro Lodi: Es decir, “el alma” siente y, al mismo tiempo, en ese sentir percibe estructuras.

Eugenio Carutti: La clave es que es un sentir estructural. Es sentir –no entender- al mismo tiempo la posición del yo y la posición del vinculado.

Alejandro Lodi: En lo cotidiano “la posición propia” y “la posición del otro” parecen ser antagónicas y que tienden excluirse mutuamente. Pero ¿cómo resultan en este sentir estructural al que te referís? Sería estar-sentir el propio centro y, al mismo tiempo, tomar-sentir la posición del otro. Implicaría un cierto grado de objetividad, una sensibilidad con capacidad objetiva.

Eugenio Carutti: Es una capacidad de resonancia. Desde el punto de vista del “alma”, tanto la propia posición como, por ejemplo, la de una ex pareja que te dejó y te hizo sufrir son una misma experiencia, las vivencias de una y otra posición les cabe al “alma”. Son vivencias adentro-afuera y, desde ese nivel, indistinguibles.

Alejandro Lodi: En realidad, todo esto que estamos hablando es el nudo mismo de la polaridad neptuniana. Es registrar que la sensibilidad te hace percibir órdenes profundos e inclusivos, te lleva a registrar mayor complejidad, pero que en absoluto implica confusión. El desarrollo de la sensibilidad permite discriminar, no entrar en caos.

Eugenio Carutti: Es la esencia de la resolución de la polaridad neptuniana. El desarrollo de la sensibilidad permite realmente discriminar. Desde el punto de vista corporal-psicológico, la personalidad tiene acumulaciones de carga porque, como tomó posición en la experiencia, no puede hacer circular la energía libremente; está condicionada por su carga de resentimientos, anhelos, odios.

Alejandro Lodi: Y por lo tanto está condicionada a reaccionar.

Eugenio Carutti: Se hace reactiva. En cambio, en la circulación del “alma” no hay carga acumulada, porque la carga está circulando ininterrumpidamente. Desde el punto de vista de la experiencia, no se trata de que “uno sea el malo y el otro sea el bueno”, o que uno tenga razón y el otro no; ni siquiera que ambos tengan parte de razón. Todo eso es irrelevante para un nivel de inteligencia en el que no hay juicio, y por consiguiente no hay acumulación de carga.

Alejandro Lodi: Con lo cual aquí aparece como condición la necesidad de que baje la afectividad de tipo particular-personal, porque es una afectividad cargada de juicio, valorización, anhelo, necesidad, deseo, capricho, narcisismo… Si está muy viva ese tipo de sensibilidad afectivizada, aquella otra sensibilidad no puede florecer.

Eugenio Carutti: Me parece que la clave es darse cuenta que la mente abstracta de Bailey es una mente que siente. Es abstracta porque abstrae experiencias. Cuando decimos “abstracto” parece que nos refiriéramos a las matemáticas, pero es abstraer experiencias, es matemática en sentido pitagórico.

Después de veinte años a uno le cae la ficha de que cuando dice “Leo” está diciendo algo que es abstracto y que al mismo tiempo está encarnado, lleno de emociones y dramatismo… Tauro, por ejemplo, es la abstracción viviente de millones de existencias extremadamente sensuales y concretas. Y este es el nivel de realidad del que estamos hablando. En realidad, los que estamos disociando somos nosotros, porque nuestra manera de aprender astrología implica que el símbolo sea algo vivo, universalmente vívido.

Alejandro Lodi: Y la polaridad tiene un extremo iluminista y otro romántico, un anhelo de objetividad absoluta y otro de subjetividad absoluta. Dos polos de la expresión neptuniana.

Eugenio Carutti: Exactamente, por lo menos en nuestra cultura. Uno tiene que comprender profundamente las ilusiones condicionantes de Occidente, en particular de la ciencia. Y cada uno de nosotros es implícitamente un científico, porque cree en la existencia de la objetividad.

Alejandro Lodi: En este sentido, podríamos decir que la objetividad es el mito de Occidente. El científico es un tipo de conciencia que vive en el mito de la objetividad.

Eugenio Carutti: Un científico es alguien tan mítico como un chamán. El científico vive en el mito de que puede conocer el universo. Como el iluminismo destruyó la palabra “mito”, parece que diciendo esto estuviéramos haciendo una crítica de la ciencia. Pero no es una crítica.

Alejandro Lodi: En realidad, lo que estamos diciendo revela un doble vínculo: el científico vive en el mito de presuponer que está más allá de lo mítico, que no lo anima supuesto mítico alguno.

Eugenio Carutti: Que no lo anima la misma textura cognitiva común a todos los seres humanos (por supuesto, en evolución, porque no es lo  mismo una cosa que otra).

Alejandro Lodi: Como punto de partida, presupone que lo mítico es inauténtico, falso. Y, en realidad, esto es algo que habría que resignificar.

Eugenio Carutti: Occidente ha vivido separando lo racional y lo irracional, y definiendo implícitamente a lo racional como superior a lo irracional. ¿Dónde aparece el doble vínculo? El científico afirma que no puede saber cuál es el origen del universo más allá del origen de la materia o responder a preguntas metafísicas porque son cuestiones irracionales, y entonces concluye que el universo no tuvo origen y las cuestiones metafísicas no existen.

Alejandro Lodi: Lo que no tiene respuesta racional no existe. Si no puede ser explicado es porque no existe. La realidad es lo que tiene explicación racional.

Eugenio Carutti: Esta es la trampa constante de la mente tecnológica. Me parece muy importante estar atentos a esto y revisar esta creencia de que nuestro mundo está más allá de lo arquetípico. Y en esta creencia hay dos posiciones. Para el iluminista racional dejar atrás lo arquetípico es “una maravilla”, mientras que para Jung es “una desgracia” porque implica perder contacto con lo espiritual. Sin embargo, tanto el iluminista como el junguiano comparten el supuesto de que lo arquetípico y la racional son dos dimensiones diferentes, como si hubiera un corte cualitativo y no una mera diferencia de grado.

En toda esta reflexión hay una clave fundamental que se relaciona con poder referirse a la realidad como un movimiento eterno adentro-afuera, en el cual cada expansión de conciencia implica una nueva realidad. Porque en Occidente (y esto viene de mucho más lejos) tenemos un arquetipo fuerte (es decir, una estructura inconsciente) que dice que “existe una conciencia que ve la realidad tal cual es”. Pero, en realidad, si meditamos sobre esto, a lo sumo podríamos decir que la realidad tal cual es consiste en este movimiento infinito de realidades-conciencias. Hasta que el cerebro no se instale en este cursor adentro-afuera, no puede aparecer una superconciencia que eventualmente perciba otra cosa de otra manera. En la creencia de la separación entre el adentro-afuera se genera esta fantasía de que hay “una realidad tal cual es” que podemos llegar a conocer. Más aún, además la fantasía dice que debemos percibir todos la misma realidad.

Quizás la mayor riqueza de la conciencia humana florezca cuando, percibiendo realidades diferentes, aprendamos a hacerlas resonar y coordinarlas. Hasta ahora, toda civilización creyó en que todos debemos converger en “ver todos la misma realidad”, porque los que no ven “nuestra misma realidad” son de otro bando. Este es el tejido del Zodíaco: cada signo percibe –por su particular y específica posición en el mandala- la realidad de un modo muy diferente a los otros, pero la sabiduría está en abrirse a las resonancias y las riquezas de todas esas distintas maneras de percibir. Esa es la verdadera percepción unificada.

Alejandro Lodi: Para lo cual es necesario disolver el supuesto de exclusión que dice que habría modos de percepción que no tendrían que existir.

Eugenio Carutti: Sí, porque ese arquetipo -aún tan vivo en nosotros- presupone que la única manera de que haya coherencia es por exclusión. Ese arquetipo contiene un anhelo de coherencia por exclusión. Es confundir el eje Cáncer-Capricornio con el eje Virgo-Piscis. La coherencia zodiacal no proviene de la exclusión, sino del aprendizaje resonante en la participación en un sistema.

Alejandro Lodi: Al mismo tiempo, esa resonante participación en un sistema coexiste con la percepción de un ordenamiento en niveles. Habitualmente nos referimos a que existen estados de percepción más regresivos, más condicionados por el miedo y replegados en las necesidades de supervivencia, y estados de percepción más profundamente creativos y amorosos, menos limitados por el temor y por eso con mayor capacidad para ser más inclusivos y abarcantes. Sin embargo, siento que muchas veces quedamos atrapados en una polarización: por el pudor de creer que se está excluyendo se termina por negar esa discriminación, y a veces por la necesidad de discriminar se termina excluyendo. Es decir, terminamos confundiendo estados perceptivos que resultaría fundamental saber diferenciar.

Eugenio Carutti: Todo depende de la textura de la mente. Si la mente tiene mucho de neptuniano inverso, el corte será muy rígido y generará exclusión; si es muy neptuniano directo, no hace el corte en ningún lado y todo es confuso. Me parece que aquí resulta apropiado aplicar el paradigma musical: no es un tema de formas, no es un tema de dónde hacés el corte, sino que es un tema de notas, de precisión vibratoria.

Alejandro Lodi: De “swing”. No tiene que ver con leer correctamente la partitura, sino con algo que no está ahí.

Eugenio Carutti: De “swing” y también de precisión musical y de ritmo, porque tenés que saber que un Fa es un Fa. Ya sea improvisando o con partitura, tenés que saber que un Fa es un Fa. Tenés que percibirlo inmediatamente, sino desafinás.

En este punto, todo es una articulación entre la capacidad de distinción y la capacidad de resonancia, y de cuánta incertidumbre uno tolera para la realización de este aprendizaje. Uno pone borde cuando no tolera la confusión transitoria de la cual surgirá más tarde una coherencia mucho más rica.

Alejandro Lodi: Son dos personajes internos. El que necesita marcar porque no se banca la confusión y la falta de certidumbre, y el que anhela esa laxitud resistente a cualquier tipo de discriminación.

Eugenio Carutti: Lo malo es que el complot en la polaridad neptuniana, ya sea del lado inverso o del lado directo, es que siempre tenés una estructura que mantiene un nivel tremendamente confuso y otro nivel completamente mecánico. Cualquiera de los dos personajes que hegemonice va a provocar polarización y, como sabemos, el otro va a permanecer en la sombra.

Alejandro Lodi: El directo se apropia de la sensibilidad y el inverso se apropia de la razón.

Eugenio Carutti: Es muy importante purgar a lo neptuniano de la emoción personal. Siempre hay que recordar que Neptuno es trans-saturnino, refiere a resonancias y reverberaciones transpersonales, no a las ligadas al yo y que son lunares, venusinas o jupiterianas. Se refiere al “alma”, a ese nivel de resonancia. Lo neptuniano es un aprendizaje en esa dimensión.


En Alejandro Lodi, Astrología  
Mandala: Eugenia V Hidalgo

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