¿Cómo sabemos si
estamos progresando espiritualmente? Ésta es una cuestión importante de la cual
todo aspirante espiritual debe saber la respuesta. No es una respuesta fácil,
porque el camino espiritual es progresivo, y porque el espíritu no tiene forma,
es difícil de medir. Así, antes de definir el progreso, definamos lo que
entendemos por “espiritual.” En el Yoga hablamos del dilema humano del egoísmo,
de la identificación con el cuerpo y la mente. Mencionamos los cinco cuerpos:
el cuerpo físico (anna maya kosha, literalmente, el cuerpo de la comida), el
cuerpo vital (prana maya kosha, que anima al físico y es el asiento de las
emociones), el cuerpo mental (manomaya kosha, incluyendo el subconsciente, la
memoria, los cinco sentidos, las facultades de reconocimiento), el cuerpo
intelectual (vinjnana maya kosha, incluyendo nuestra facultades de
racioncínio), y el cuerpo espiritual (ananda maya kosha, literalmente, el
cuerpo de gozo o alma, que es pura consciencia, el Testigo).
Por tanto, el “progreso espiritual” debe implicar una
identificación progresiva con el ananda maya kosha o cuerpo espiritual, y un
dejar partir progresivo con las falsas identificaciones con los cuerpos físico,
emocional, mental e intelectual o dimensiones de la existencia. Sin embargo,
como veremos posteriormente, una vez es dominado el estado de Auto-realización,
éste comienza a descender a los cuerpos intelectual, mental, vital y físico,
transformándolos. Nuestro desarrollo espiritual no tiene por qué ser “fuera y
arriba” de este mundo. Puede, como veremos, implicar un desarrollo integrado de
todos los cinco planos de la existencia.
Inicialmente, sin embargo, estamos progresando espiritualmente en la medida en
que nos identificamos cada vez más con esa parte de nosotros que es pura
consciencia, o el Testigo. Esto es conocido como Auto-realización. Esto sucede
en las fases siguientes:
1. El desarrollo de la calma
La calma no es la ausencia de pensamientos, sino estar presente
con ellos. Así, conforme progresamos en esta fase inicial, sustituimos
gradualmente el hábito de reaccionar de forma habitual, por ejemplo, con ira o
ansiedad, con una calmada presencia. La mancha de la ilusión mental, conocida
como maya, es gradualmente debilitada al cultivar la calma. Todas las prácticas
de Yoga, incluyendo posturas, respiraciones, mantras, meditación y bhakti nos
ayudan en esta fase a disminuir la agitación y la actividad innecesaria (rajas)
y a debilitar la inercia, la duda y la pereza (tamas) con una ecuanimidad
quieta y calmada (sattva). Esto trae la presencia o el ser (sat). Al practicar
el desapego, comenzamos a dejar partir nuestra necesidad de estar absortos en
las experiencias.
2. El desarrollo del Testigo, o Chit, consciencia pura
Adoptamos una nueva perspectiva, pero manteniendo atrás parte de
nuestra atención, observando. El Testigo no hace ni piensa nada. Simplemente
observa las acciones que suceden, o los pensamientos o las emociones o las
sensaciones que vienen y van. Parte de nuestra consciencia está implicada en
las actividades, parte permanece atrás, pasivamente. Comenzamos este estado con
el esfuerzo de practicar Nityananda Kriya, o la consciencia continua, durante
periodos de tiempo relativamente cortos, o desde el principio hasta el fin de una
actividad. Esto es posible especialmente mientras hacemos actividades
rutinarias que no requieran mucha concentración, o aquellas para las que
estamos condicionados. Posteriormente, entra incluso en actividades que son
desafiantes o que se experimentan por primera vez, por ejemplo, cuando tenemos
un accidente y nos caemos. Esta perspectiva se vuelve más y más sin esfuerzo, e
integrada con las actividades de la vida diaria. 3. “Yo no soy el Hacedor.”
Conforme se desarrolla nuestra consciencia de Testigo ya no sentimos más que
estemos haciendo algo, porque ya no nos identificamos más con el cuerpo y con
los movimientos mentales. Más bien sentimos que sólo somos un observador y que
nuestro cuerpo y nuestra mente son un instrumento. Parte de nuestra consciencia
está implicada en hacer cosas, sea caminar, hablar, trabajar, comer, etc., pero
ahora parte de nuestra consciencia permanece atrás. No hace nada. Permanece en
un estado pasivo de atención sin juicio. Uno siente como si uno fuera un
instrumento, y que el Divino hace todo. Uno siente que no hay un “hacedor”
adentro. Aun así todo es hecho. Uno disfruta del juego de los eventos, su
sincronicidad, sus consecuencias. Uno aprecia más y más cómo las acciones, las
palabras y los pensamientos producen consecuencias, o karma, y cómo esta ley
puede ser aplicada para producir felicidad a otros, en vez de sufrimiento. Con
este nuevo y expandido sentido del Ser, uno siente que las necesidades de los
demás son las propias. Uno expresa el propio amor por los demás, ayudándoles a
encontrar la felicidad.
3. “Yo soy el que soy
En la meditación profunda nos volvemos conscientes de lo que es
consciente. La consciencia misma se convierte en el objeto. Sentimos que “yo
soy en todo” y “todo está en mí”. Después, y gradualmente, esta realización del
Ser comienza a impregnar nuestras actividades diarias de vigilia. La
realización de Dios viene conforme se profundiza en este estado. Santos y
místicos de todas las tradiciones espirituales han intentado describirlo, pero
generalmente las palabras les fallaron. De hecho, cuanto más intenta uno
describirlo, más se aleja uno de ello, porque al describirlo, o al pensar
siquiera en ello, lo reduce a un conjunto de ideas. Como “ELLO” trasciende
todos los nombres y formas, lo impregna todo, y es infinito y eterno, todo lo
demás palidece en importancia. El silencio es por tanto el medio preferido de
instrucción para aquellos que verdaderamente conocen ELLO. Como señaló
coherentemente Swami Rama Tirtha, el primer yogui que llevó el Yoga a América,
a finales del siglo XIX: “Un Dios definido es un Dios confinado. Respecto a
esto no se puede hablar, y tampoco se puede silbar”.
Las fases mencionadas no siguen una línea recta. Las atravesamos en zigzag
frecuentemente debido a la naturaleza inestable de la mente, y a nuestros
hábitos habituales (samskaras), el karma, maya y la acción de los gunas. Pero,
en general, ésta es la dirección de nuestro movimiento si estamos progresando
espiritualmente. Nuestra identificación con el cuerpo, las emociones y los
movimientos mentales se debilita y es sustituida con la identificación con Eso,
que está más allá de nombres y formas, que es el Ser, la Consciencia Pura, y
que es finalmente Divino.
Del libro “Kriya Yoga: inspiraciones en el sendero
Publicado por Centro Astrológico de Misiones