viernes, 28 de mayo de 2010

Amantes, Eugenio Montejo





  Se amaban. No estaban solos en la tierra;
  tenían la noche, sus vísperas azules,
  sus celajes.
  Vivían uno en el otro, se palpaban
  como dos pétalos no abiertos en el fondo
  de alguna flor del aire.
  Se amaban. No estaban solos a la orilla
  de su primera noche.
  Y era la tierra la que se amaba en ellos,
  el oro nocturno de sus vueltas,
  la galaxia.
  Ya no tendrían dos muertes. No iban a separarse.
  Desnudos, asombrados, sus cuerpos se tendían
  como hileras de luces en un largo aeropuerto
  donde algo iba a llegar desde muy lejos,
  no demasiado tarde.

  ...

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